- Evitar el contacto directo con las personas enfermas o que tengan fiebre y tos.
- Lavarse las manos con agua tibia y jabón entre 10 y 20 segundos de manera frecuente. Lavarse también entre los dedos, y por último el pulso o la muñeca. Como alternativa, puede usar alcohol en gel o líquido para desinfectar.
- Tratar de no tocarse la boca, nariz y/u ojos.
- Ventilar los lugares habitados.
- Taparse la boca y la nariz al estornudar o toser con un pañuelo descartable o, si no tuviera, con el pliegue del codo.
- Usar mascarillas o barbijos (recomendable solamente en ambientes públicos o en cercanía a contagiados), recordando que tienen un determinado tiempo de uso.
Es muy importante su prevención pues no se sabe exactamente que tan peligrosa es. Carece de los rasgos genéticos que volvieron tan mortífera la pandemia de 1918 y no parece tan virulenta como la gripe aviar, estudiada por los científicos desde hace años. Si bien México reportó varias muertes, en Estados Unidos la infección es menos grave, hasta el punto de que la mayoría de los casos ni siquiera requirieron tratamiento médico, según los Centros de Control y Prevención de Enfermedades. Además se propaga con la misma facilidad que una gripe invernal habitual, infectando a millones de personas cada año.
Sin embargo, no podemos confiarnos, puesto que hay personas que están más propensas a contraerla como diabéticos, personas con síndrome de down, asmáticos o personas con las defensas bajas. Además, las personas que han muerto debido a esta enfermedad, es porque ésta se les ha complicado con otras enfermedades como las ya mencionadas.